Para el agradecimiento, cuando la milpa ya maduró el elote sin ningún contratiempo (como podrían ser la falta de agua, heladas o aguaceros), se agradece principalmente a los airecitos, pues no arruinaron la cosecha, sustento de las personas del campo.
Esta celebración se realiza en el mes de septiembre (ochpanistli), y el barrido de los caminos ocurre casi a finales, específicamente el día 28. Esta ocasión ya se realiza de forma colectiva y se ofrece un ritual casi igual, con mole rojo y verde, pulque y aguardiente para brindar, nuevamente en agradecimiento. También se ofrendan frutas de temporada y flores, aunque una flor en especial es el pericón, que se utilizaba para señalar la encrucijada, un punto muy usado por los antiguos pueblos.
El color rojo es muy primordial, pues tiene varios simbolismos para nuestra idiosincrasia. Todo lo que se utiliza debe ser nuevo: cazuelitas, cucharitas, jarritos, tortilleritos, así como también frutas miniatura, plátano dominico, ciruelas, guayabitas, panecitos, tortillitas, tamalitos, etc.
Estamos casi seguros de que a la llegada de los invasores europeos, estas celebraciones relacionadas con la naturaleza se fusionaron con las fechas de los santos. Trataron de relacionar los rituales con días como el de San Isidro Labrador, que se celebra el 15 de mayo y se considera campesino, o el día 29 de septiembre, que se celebra el día de San Miguel Arcángel, y con el que también se relaciona.